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Fronteras abiertas, brechas más amplias en la Liga MX Femenil

Marion Reimers

Tras cuatro años de existencia y con logros deportivos todavía en proceso, la Liga MX Femenil abre la puerta a futbolistas extranjeras. ¿Una oportunidad de crecimiento o la sentencia para una brecha más profunda entre clubes?

La autora de esta columna es una futbolista en activo, preocupada por el crecimiento de la Liga Mexicana, que prefiere conservar el anonimato.

Primero que todo: nada en este texto es en contra de las jugadoras extranjeras. Todas las mujeres que quieren jugar futbol de manera profesional tendrían que contar con la oportunidad y el derecho de hacerlo. Si son extranjeras que van a ayudar a que el futbol femenil en México crezca, mejor.

Lo que me hace ruido es la lógica detrás de esta decisión, quizá aún no la encuentro, y su timing, quizá apresurado y desincronizado con los tiempos de procesos deportivos. Primero, considerando que el promedio salarial en la liga no rebasa los $4000 mensuales, y que la razón para no elevar los salarios de manera generalizada es que “les cuesta” mucho a los clubes hacerlo, no me cuadra que quieran traer jugadoras extranjeras, quienes usualmente cobran más que las jugadoras locales. Digo esto porque así pasó con la mayoría de jugadoras mexicoamericanas que llegaron a la liga. De nuevo, esto no es queja, es una observación.

Las jugadoras mexicoamericanas que tienen la oportunidad de crecer en Estados Unidos y competir en el futbol colegial de la NCAA gozan generalmente de mejores condiciones para el desarrollo deportivo, lo cual, tiende a verse reflejado dentro de la cancha en dos formas: mejor condición/complexión física y/o más ritmo o despliegue de futbol de alto rendimiento. El mejor rendimiento de las mexicoamericanas abona al espectáculo, mejora resultados deportivos y deriva en que tengan mejores salarios, como tendría que ser.

Ojo, una generalidad no es regla. Hay jugadoras mexicoamericanas con un talento similar al del promedio de la liga a pesar de contar con mejores condiciones de desarrollo y ganar significativamente más. También hay jugadoras nacidas y crecidas en México con un talento perfectamente comparable, o incluso mayor, a pesar de contar con menos oportunidades de formación en alto rendimiento, que ganan significativamente menos. En estadística esto se entendería como que la normal también tiene colas con datos atípicos, y a ambos lados.

De hecho, creo que la incorporación de mexicoamericanas ayudó a elevar el valor de estas jugadoras nacidas y crecidas en México, y con enorme talento. Qué bueno que su talento, campeonatos y temporadas de récords sean remunerados como tal y que se “disparen” sus salarios. Entiendo que esto origina la gran disparidad salarial y en rendimiento que hay entre, por un lado, los equipos top, en semifinales y finales de manera consecutiva desde que comenzó la liga en 2017 y por el otro, bueno, los demás. Pero el talento y resultados se pagan.

Ahora, con la incorporación de extranjeras, esa desigualdad económica y en resultados deportivos que ya es de por sí patente, puede ser mayor. Mientras la mayoría de los equipos no invierten en su femenil porque es un gran gasto, habrá uno o dos equipos con capacidad económica de tener fichajes bomba europeos, norteamericanos o sudamericanos. Si se aprobó esto, ya sea porque los clubes estuvieron de acuerdo o porque la FMF lo impuso, supongo que es porque los clubes sí pueden erogar más dinero. Si los clubes pueden pagar salarios más altos, pero sólo los quieren pagar, o los pagan cuando se admiten extranjeras, ¿cómo se le llama? ¿Malinchismo? De nuevo, no es queja. Estoy buscando describir y entender la lógica detrás de esta decisión.

Otra explicación es que la inclusión de extranjeras va a nivelar más la competencia. Puede ser que como hay uno o dos equipos que han “inflado” mucho los salarios de algunas jugadoras en la liga, con la inclusión de dos extranjeras por equipo, el resto de equipos en la liga van a poder hacerse de los servicios de jugadoras que no encuentren cabida en otras ligas más competitivas, a precios más accesibles.

Estas jugadoras quizá no son tan caras, y se espera que tengan un mejor rendimiento porque provienen de entornos más competitivos que el del futbol femenil mexicano. Lo que le daría oportunidad a equipos con presupuestos más reducidos de competir mejor contra los típicos gigantes del certamen.

Si bien esto suena plausible, sigue sin cuadrarme. Parece que la inclusión de extranjeras busca abaratar a las pocas jugadoras que ganan muy bien. No sé por qué.

¿Quizá porque su valor se elevó mucho y muy rápido y es insostenible? ¿Quizá porque el diferencial de salarios es mucho mayor que la diferencia real en rendimiento, y por eso el mercado de jugadoras se distorsionó? No lo sé a ciencia cierta, pero si va por ahí, se me hace exagerado y sí… raro.

¿Por qué enarbolar esta bandera de “competencia más pareja”? ¿Por a lo mucho 30 jugadoras de 489 con salarios muy altos en el mercado de la femenil? ¿Por qué el 6.13% de las jugadoras tienen salarios equivalentes a los de plantillas casi completas, como se escucha? Si este cuestionamiento es cierto, lo preocupante no es el salario “alto” de esas 30 jugadoras, sino los salarios bajos de las 459 restantes, que son el 93.87% del total.

Si echamos números, podemos tener un ejemplo así: un “salariazo” de 140 mil pesos en una jugadora que equivaldría a la nómina de un plantel de 30 jugadoras, con 25 de ellas ganando cuatro mil pesos y otras cinco (la base) ganando el doble, ocho mil pesos. Esto no es descabellado. Según El Economista, el 85% de las jugadoras ganan menos de 10 mil y el salario promedio no rebasa los cuatro mil. Ahora, los 140 mil están sobreestimados, pues en varias fuentes se habla de salarios hasta los 100 mil pesos.

En segunda, casi todos los planteles, si no es que todos, tienen menos de 30 jugadoras, más aún después de la pandemia. Por esto, las nóminas de muchos equipos ni siquiera son de 140 mil pesos.

En tercera, ni siquiera el 6% de todas las jugadoras gana 140 mil pesos. Ese porcentaje corresponde a 30 jugadoras aproximadamente, pero ni siquiera Tigres, o el club más rico, le paga a todas en su plantel el salario más alto. Hay menores, y los salarios oscilan entre 15 y 140 mil pesos entre todas las jugadoras de un plantel “bien pagado”.

Entiendo el interés de los clubes por nivelar la competencia lo más rápido posible “gastando menos” porque pagar más a las jugadoras actuales solo mejoraría un poco el rendimiento; sin embargo, un salario bajo, como se ha repetido una y otra vez, impide una adecuada profesionalización del gremio. Si tienes que trabajar por fuera del futbol, no te dan los tiempos. Si el salario no es suficiente para tener un entrenamiento invisible digno de alto rendimiento en términos de alimentación, servicio médico, equipamiento y todo lo que implica, no puedes ser futbolista profesional en toda la extensión de la palabra.

Enarbolar esta bandera de “competencia pareja” o pretender “nivelar la competencia” con la inclusión de extranjeras, sin antes haber procurado condiciones para hacer más competitivo, equitativo, y parejo el torneo: vía ascenso/descenso de equipos, a partir de la consolidación de torneos juveniles sub 17, sub 20, colegiales, una mejora sostenida en el desarrollo deportivo base o infantil, o incluso, a través de regulaciones niveladoras explícitas en términos de transferencias, drafts, o salarios por bandas, como sí existen en otras competiciones (MLS, NBA, NFL), me parece una medida si bien, entendible, sumamente apresurada y cortoplacista. Y por ello, quizá, no la ideal, ni la más lógica si lo que se desea es el mejoramiento de la competencia y el nivel futbolístico de las mujeres en México. Por eso no me termina de cuadrar ni creo que el timing sea correcto. La Liga MX Femenil no lleva ni cinco años de existencia, pasó por un año de pandemia y aún no se ven logros deportivos significativos como consecuencia. Ese tipo de logros son producto de procesos de varios años, incluso varias décadas. Creo que no hay sincronía entre los objetivos de la Liga MX Femenil como competición y los objetivos deportivos que pudiera tener México como país.

La Selección Sub 17 de Mónica Vergara, subcampeona del mundo en 2018, apenas iba a probar su continuidad y la valía del proceso en el Mundial Sub 20, cancelado por la pandemia. Ahora que Mónica Vergara está en la Selección Mayor, empiezan a medirse con la élite y es visible el rezago. El cotejo con la selección española “B” fue ilustrativo. Entendible por el rezago de décadas en la estructura deportiva, en la estructura de selecciones de futbol y en el tiempo de vida de las ligas profesionales de futbol femenil.

En la economía pasa igual: abrir al extranjero un mercado ya de por sí inequitativo y oligopólico, que por ello no tiene normalizada la producción de mercancía de calidad, no aumenta el valor total del mercado, pero sí las ganancias de algunxs productorxs, y el valor de muy pocos productos. Quizá la liga de futbol varonil mexicana ilustra mejor esto: quizá no ha dado los mejores resultados a nivel selección porque es una liga muy “inflada” en salarios y plagada de extranjerxs, pero no precisamente competitiva, y no precisamente con extranjerxs de una calidad abismalmente superior a la de los mexicanos ni tampoco con mexicanxs increíblemente talentosos, salvo algunas excepciones. No creo que tengamos que forzosamente copiar esos moldes.

La Liga Mx Femenil tendría que buscar ser una liga atractiva para lxs extranjerxs por competitiva y, por esta misma razón, crear valor económico. Un círculo virtuoso, pues. Antes de incluir dos plazas extranjeras, la Liga MX Femenil tendría que normalizar la capacidad de formar talento y enviar al extranjero jugadoras mexicanas capaces de consolidarse y mantenerse allá. Algo que aún tampoco veo claro. No porque todo sea malo, sino simplemente porque los procesos deportivos de calidad toman tiempo y tienen otra lógica, una de largo plazo. Por otro lado, no hablo de cerrarle la puerta a las extranjeras, sino de abrirla cuando la competencia y el talento sea más normalizado para efectivamente contar con alta calidad futbolística, tanto local como extranjera.

Genuinamente me importa el desarrollo del futbol femenil en México y me importa que sea lo mejor, más equitativo, más duradero y lo más inclusivo posible. No quería dejar de expresar lo que pienso e invito a aficionadxs al futbol femenil, clubes, FMF y a jugadorxs a hablar sobre esto.

Al ser un tema tan difícil de abordar, hago una invitación particular a los medios de comunicación, que son actores imparciales y pueden acercarse a estas cuestiones antes y con más profundidad que jugadorxs y tomadorxs de decisión. Traten el tema en un alto nivel de argumentación, con más información y lejos del amarillismo burdo, preocupado más por señalar, polemizar, y buscar clics, que por pensar en cómo mejorar el futbol, el deporte que tanto enamora a lxs mexicanxs.